no me mires
el espanto. no me digas la sed ronca.
no
descifres el gorjeo de este poema imbécil
que te
puebla laringe, que te hinca anzuelos de mirada.
no me
escarbes con tu pluma de avecilla
mientras
urdes un corazón a mis espaldas, no
me tuerzas
la voz, la noche, el grueso
resplandor
de la tormenta. no me digas que no fue,
que no
será, no me digas nada. silenciame todo
lo demás
que ha sido un largo mientras tanto.
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