allí van,
moviendo sus rabos con la última dignidad,
los dos
perritos pintarrajeados de hambre, con sus aretes de garrapata
chapados a
la antigua, orejas lacias que acompañan
el bamboleo
de costillas. adónde irán esta tardecita ardiente
a rumbear
qué alambrado, a robar qué cáscara de pan, qué hueso,
qué
sombrecita anidarán bajo cuál árbol, lamiendo charco
y oteando
el aire espeso de tierra. los niños le lanzan piedras
que no los
alcanzan nunca, allí van, picoteados por los teros,
a siestear
en una puerta. los pulgosos no tienen dónde detenerse,
como los
necios, que nunca se doblegan al llamado del amor
ni al
desengaño.
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