miércoles, 24 de octubre de 2012

beato, sanguinolento


no puedo asomarme a tu carne
el agua escurre los cadáveres lenguados que llevan
tu nombre beato, sanguinolento.
oh, desentrañar el nudo momificado de tu pecho
rebanar rebaños mullidos engranajes de mentiras
enterrar el designio de los astros, saltar de un edificio
por la ventana de mi rostro, explotar
en cuajos de mandarina, cerrando los ojos.
el ansia sopló su plumerillo, tan frágil.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es tan fácil morir de a poco, con los sentidos anestesiados, con la sangre negra de desilusiones, con la frente ajada de decepciones.
No, no es esa la forma que quiero morir. Quiero, sí, morir de amor como tantas veces ya lo hice. Por el color de una falda, la tersura de un cuello, por la infinita caída a lo largo de un verso.
Aquel astronauta que voló como Ícaro en busca de un sol rojo, que jugó al fideofino con Signus A7, finalmente cayó rendido ante los atardeceres de Júpiter, donde descubrió que fueron unos atardeceres como ese los que inventaron el amor.
Después, lo que sea.
Momias que añoran la leche materna.
Lenguas que recorren en armonía con uñas rojas unas espaldas juveniles.
E irse a dormir con la ventana abierta para que el viento traiga aroma a azaares y mandarina