la noche se me figura aquella cosa
indeleble rayada en el cielo
algún idiota le ha pintado con crayón
blanco ese eslabón de estrellas
estrellas fugaces sin duda porque están
carcomidas en el borde
aquel borde donde se apoyó mi labio y lo
buscó tu labio rojo
donde mordió una lengua la víbora dañina
del amor y la vistió de sangre
la vertió como a la lámpara que grita
relámpagos de oro sobre nácar
como una lámpara tu espectro se me asoma a
los costados
y me susurra el nombre completo de los
astros, lavando con su néctar
los designios más nefastos. la tortura de
abrevar junto a los colibríes
el espeso azúcar que me diste, sin saber
precisamente si era dulce
o amargo sudor de oquedad muerta. lívida,
brutal, la huella horada
un corazón líquido en la arena mientras te hablo.
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