qué te
pasa, poesía endiablada, que te meto
cada tanto
en las licuadoras del horror y vos te despertás
indemne,
blanda y escurriendo saliva de dientes de león recién nacidas.
qué me
mirás, así, despreocupada
me encendés
el pistilo inmundo que conduce al espíritu y te alejás
ronroneando,
cruzando los dedos por las dudas, perjurando que no,
que no y
que no, que no vas a volver
preñada de
cacofonías estúpidas, cursis, gagueras indisciplinadas.
si te vas
con él, cómo no, dos vasitos de vino y a la cama con el poeta.
puta.
1 comentario:
genial.
Publicar un comentario